Como vimos en nuestro anterior artículo, una correcta hidratación es un aspecto de gran relevancia para mantener un adecuado estado de salud general de las personas mayores, especialmente durante las estaciones calurosas como el verano en las que se produce una mayor pérdida de agua y se incrementa el riesgo de deshidratación. Y en el caso concreto de la salud bucodental, esto no es una excepción.
Una cantidad suficiente de agua contribuirá a mantener unos niveles adecuados de saliva, que desempeña una importante labor de protección para la conservación de la higiene de la boca y la regulación de la presencia de bacterias, y que en caso de insuficiencia puede propiciar la aparición de enfermedades como las caries o la periodontitis, además de la halitosis o mal aliento.
Por este motivo, es necesario asegurar una ingesta de 2 a 3 litros de agua al día, a fin de reponer las pérdidas que se producen de forma natural a través de actividades básicas como la respiración o la sudoración.
Si bien en torno al 75-80% de la aportación de agua se obtiene de las bebidas, debemos ser cautos con el tipo de bebidas que se ingieren, especialmente con aquellas bebidas que contienen azúcares como las gaseosas, los zumos o las aguas saborizadas.
La Organización Mundial de la Salud recomienda restringir el consumo diario de azúcar al 10% de las calorías diarias, lo que equivale a un consumo de entre 25 a 50 gramos, pero no siempre somos conscientes de la cantidad de azúcares que contienen las bebidas.
La ingesta excesiva de azúcar puede propiciar entre otras afecciones la aparición de caries, así como incrementar el riesgo de desarrollar diabetes, que en más del 90% de los afectados produce daños severos en los tejidos orales, propicia retrasos en la curación de las lesiones orales y la cicatrización, y favorece el edentulismo o pérdida de dientes.
Debemos tener presente además que con la pérdida de agua se producen también pérdidas de electrolitos y minerales, como por ejemplo el calcio, el sodio o el flúor, esenciales para mantener la estructura de diversos tejidos y el funcionamiento regular del organismo, y que debemos reponer a través de una dieta equilibrada.
El calcio es el principal componente de los huesos y dientes, ya que supone en torno al 99% de su estructura, además de desempeñar un papel clave en funciones metabólicas como la coagulación de la sangre, el transporte de oxígeno o la contracción de los músculos, entre otras.
Por este motivo, además de una adecuada hidratación, es fundamental mantener una dieta equilibrada que proporcione un aporte suficiente de calcio. Entre las principales fuentes a nivel alimentario podemos mencionar la leche de vaca, los derivados lácteos como el queso o los yogures, y las verduras de hoja verde, los frutos secos, las legumbres y algunos peces pequeños como las sardinas o los arenques.
El sodio es un nutriente esencial que el organismo necesita en pequeñas cantidades, responsable del mantenimiento de los fluidos corporales y del funcionamiento del sistema nervioso. Como orientación general, la American Heart Association recomienda no ingerir más de 2.300 miligramos al día, ni superar un límite ideal de 1.500 miligramos al día para la mayoría de los adultos, ya que una ingesta excesiva puede favorecer la aparición de afecciones como la hipertensión o las enfermedades cardiovasculares.
Además de a través de la sal de cocina, el sodio lo podemos obtener de una gran variedad de alimentos, entre los que podemos mencionar los lácteos y derivados, diversos tipos de carnes y embutidos, los pescados ahumados, moluscos y crustáceos, los huevos o los frutos secos salados, entre muchos otros.
Y también es necesario mantener un nivel suficiente de flúor, que se encuentra sobre todo en el esqueleto y en los dientes, y que contribuye a la protección contra la caries. El flúor se encuentra en cantidades reducidas en los alimentos, y básicamente lo obtenemos del agua, si bien también está presente en alimentos como el pescado de mar y el marisco, o en el té.
Cabe señalar que, si bien el consumo excesivo de flúor no es habitual a excepción de casos de acceso a agua potable que lo contenga grandes cantidades, niveles muy elevados de flúor pueden ocasionar trastornos que pueden llegar a revestir cierta gravedad.
Entre ellos podemos mencionar la fluorosis esquelética, causante de cambios en la estructura ósea que debilitan el hueso, y la fluorosis dental, por la que los dientes se vuelven jaspeados y descoloridos, y que se caracteriza por la aparición de manchas marrones que los acaban ennegreciendo y que pueden llegar a provocar edentulismo o pérdida de los dientes.
Podemos concluir por tanto que mantener una suficiente hidratación y aportación de nutrientes a través de una dieta equilibrada, junto a unos adecuados hábitos de higiene oral, son aspectos esenciales para poder disfrutar de una óptima salud bucodental durante muchos años y, por ende, de una buena salud general y calidad de vida.