La importancia de la gestión del dolor odontológico en pacientes mayores

La sensación de dolor es una percepción localizada y subjetiva, propiciada por la estimulación de las terminaciones nerviosas sensitivas, y cuya intensidad es variable. Si bien puede tener múltiples manifestaciones, en general se caracteriza por una sensación desagradable que puede condicionar las actividades de las personas afectadas en distinto grado, según su localización e intensidad.

La clasificación general en función el área afectada diferencia entre el dolor somático cuando se debe a la activación de los receptores cutáneos, el dolor visceral cuando la sensación se produce en torno a los órganos internos, y el dolor neuropático propiciado por lesiones producidas en el sistema nervioso.

En cuanto a la intensidad cabe diferenciar entre dos tipos. El dolor agudo se caracteriza por presentarse de forma rápida e intensa como signo de una lesión, enfermedad o cirugía, tiene una duración relativamente breve, y desaparece cuando se elimina la causa física de su origen. Por el contrario, el dolor crónico se define como aquel que persiste por un periodo superior a los 3 meses, ya sea tras la desaparición de la causa que lo originó, o bien por causas continuas como pueden ser la artritis reumatoide, la diabetes, el cáncer, las cefaleas o la fibromialgia, entre otras.

En el ámbito de la práctica de la salud bucodental el dolor odontológico es habitual, principalmente en cuanto al dolor agudo. Las sensaciones dolorosas experimentadas por los pacientes pueden ser debidas a la realización de intervenciones como las extracciones de piezas dentales, los implantes y cirugías, e incluso en los procesos de ajuste y adaptación a las prótesis dentales.

No obstante, también encontramos casos de dolor crónico, frecuentemente asociado a infecciones como las caries o la periodontitis, a trastornos musculoesqueléticos que afectan a las articulaciones o músculos que intervienen en la masticación, o a trastornos neuropáticos originados en los nervios sensitivos de la cara, la boca, los dientes o los maxilares.

En el caso de las personas mayores, y muy especialmente en el caso de aquellas en situación de dependencia, la gestión del tratamiento del dolor odontológico es un elemento clave, dada su especial vulnerabilidad. La sensación de dolor puede ser un importante condicionante para poder mantener una hidratación y alimentación adecuadas, agravar los problemas en casos como la disfagia que pueden tener un significativo impacto negativo sobre el estado de salud general, y afectar al descanso de las personas mayores, fundamental tanto a nivel fisiológico como para la preservación de sus actividades cotidianas y su estado de ánimo.

Además, como advierte el Consejo General de Dentistas, el 61% de los pacientes con depresión manifiesta que sufre dolor dental. Más allá del retraimiento social que el dolor poder propiciar, las evidencias indican que la depresión tiene un componente inflamatorio que puede agravarse en presencia de otros como la enfermedad periodontal, y además, los efectos secundarios de los antidepresivos incrementan el riesgo de caries y de trastornos de las encías. Y no podemos obviar el hecho de que los pacientes depresivos tienen un mayor riesgo de desarrollar hábitos nocivos como el consumo de tabaco, alcohol o drogas.

En cuanto a su tratamiento, en la gestión del dolor odontológico algunos de los principales riesgos que afrontamos son la automedicación mediante antiinflamatorios, analgésicos y antibióticos, lo que puede propiciar un agravamiento o perpetuación de las causas, y la presencia de cuadros de pluripatologías habituales entre las personas mayores, que puedan condicionar la prescripción de determinados medicamentos.

Por todos estos motivos, desde Dental Residency queremos advertir que resulta fundamental tanto la sensibilización de los pacientes sobre la necesidad de consultar siempre con un profesional antes de tomar ninguna medida contra el dolor, como la coordinación con el equipo médico a cargo de la medicación habitual de los pacientes antes de prescribir ningún tratamiento farmacológico.

Y naturalmente, debemos promover los hábitos de higiene en salud bucodental, como el adecuado cepillado de dientes y prótesis y el uso de colutorios y enjuagues, y las medidas de prevención como las revisiones periódicas odontológicas a fin de poder intervenir ante cualquier trastorno a la mayor brevedad posible.